Travesti por una noche: fui parte del "Timoteo"
- andrepmt
- 26 jun 2013
- 5 Min. de lectura
Son varias las décadas en las que los chilenos se han quedado sorprendidos, boquiabertos, con las transformaciones de quienes actúan en el Circo Show Timoteo, una institución en el mundo del espectáculo nacional. Nosotros no solo queríamos conocer las historias que esconde la famosa carpa que recorre el país, sino que más bien saber qué sucede en el interior del show que se realiza en la actualidad. Y el encargado de ser “una” más, soy yo.
Es viernes y hace más frío del habitual en Antofagasta, o quizás yo tirito por otra cosa. Llego a la carpa y me recibe Barbarella Foster, ella lleva cuatro años mostrando sus operadas y bien cuidadas curvas en el escenario. Dice que siempre fue su sueño llegar allí y que “no cualquiera puede entrar”. Supongo que hay que matar a alguien para tener el honor de formar parte de la historia de ese lugar. Eso me tranquiliza y me entrego a las manos de Barbarella.
Falta un poco más de una hora para la función de las diez y hay que trabajar contra el reloj. Tomo asiento en la cama donde a diario se prepara esta chiquilla, permanezco quieto y levanto mi rostro para que comience el proceso. Me cuenta que se ha operado “la nariz, las caderas y el poto”, y que ahora va por la “gran operación". Está juntando las lucas para eso y me jura que si las tuviera se cambiaría de sexo ese mismo día.
Ya ha pasado media hora y siento calor de tanto maquillaje en la cara. Es de marca Maruri, Barbarella, lo prefiere porque le permite jugar más con los colores, asegura. Mis pómulos, frente y mentón ya están completamente cubiertos y está por terminar con los ojos, sólo falta ponerme las pestañas postizas.
Vemos los vestidos, pelucas y joyas que usaré; zapatos no me puede prestar porque ella calza 39 y yo 45 -cuando se lo comento sonríe-. Me pregunta si llevé sostenes. La verdad es que mi mamá me ofreció unos cuantos pero mi espalda no permitía cerrarlos.
“Mi polola me prestó un bikini”, le comento –es con amarres y no con broches como los de mi mamá, por lo que dan para mi abultada anchura-. Me aclara que estamos listos para comenzar con la segunda parte y final del ritual: vestirme de mujer.

El “Truco”
Golpean la puerta y entra el maestro de ceremonia, me pregunta cómo me llamo. “Andre” -respondo-, “pero mi nombre artístico es Galaxia”. Los dos se ríen y mi maquilladora grita: “¡qué es buena onda la nueva!”.
Sale el hombre y solos con mi curvilínea ayudante, me anuncian que llegó el momento más importante de todos: me va a enseñar el “truco”. Tengo que esconder mi virilidad para que me entre el traje y no quede rastro de mi ahora cuestionable hombría. Comienzo a sudar.
Tú bien tranquilito que todo será con mucho respeto -me calma, mirándome a mis pintados ojos. Bueno -le digo mientras comienzo a tiritar disimuladamente. Me bajo los pantalones y empieza.
El proceso en términos generales es bastante simple. Se trata de tomar el miembro y llevarlo lo más abajo posible, al mismo tiempo que se encajan los testículos en el pliegue de la pelvis. O sea, uno baja y dos suben. Ahora todo logra una forma más plana y femenina. El resto de la tarea la hace el colaless que me pone bien ajustado. Hay que reconocer que las manos heladas de Barbarella ayudaron a que todo se quedara en su lugar. El proceso dura apenas un minuto.
Me decido por un vestido floreado -que va con la alegría que quiero plasmar en mi personaje-. Me quedo con una peluca con cabellos negros no muy largos, estilo Uma Thurman en Pulp Fiction. La mezcla es bastante rara y aunque quiero darle un perfil sensual, a lo Sofía Loren, resulté con un aire a Vivi Kreutzberger.
Ahora puedo hablar de tú a tú con todas. Estoy lista y, por lo que resta de la noche, seré una más.
Tras escenario
En la parte de atrás hay una virgen a la que le piden que todo salga bien en la presentación, yo me acerco y comparto el ritual junto a las velas que le adornan.
Yajaira me dice con voz medidamente ronca que es católica y que aún siendo homosexual no está de acuerdo con el matrimonio gay. “Es una cosa que debe ser entre un hombre y una mujer. Si yo tengo pareja por diez u once años, nadie me lo sabe, todas mis cosas ocultas. Soy muy reservado, jamás voy a andar con un hombre de la manola calle, el homosexualismo tiene que ser muy reservado”, afirma.
La famosa Loca de la Cartera está ahí también, se aproxima y me regala un consejo: “El secreto es siempre salir con buenas vibras, eso es lo que te da más fuerza para seguir trabajando. Tengo tantas buenas anécdotas que estaría todo un día contándote, pero lo bueno es que te aplauden todo, incluso cuando se te rompe un taco y te caes”.
Unas entran y otras salen del escenario, veo a varias y no tengo oportunidad de hablar con todas. Timoteo está sentado en una silla esperando el cierre de la presentación, ya hizo su actuación y ahora sólo queda esperar recibir los aplausos del respetable.
“Siempre estamos renovándonos y haciendo cosas nuevas para el público. Hay como cuatro o cinco circos que nos copian. Pero ellos creen que es llegar y ponerse a decir garabatos. La cosa no es así. Nosotros tenemos nuestro público fiel”, aclara el hombre insigne del circo.
El resto del staff es completado por dos jóvenes acróbatas, un par de cantantes de la Nueva Ola, una mujer rubia con una sensual figura -que es presentada como Muñequita Barbie Princesa- y unos cuantos hombres que realizan personajes cómicos en la transición de cada show.
Ya llega el momento de terminar, por lo que todos subimos al escenario en coloridos trajes de diva con plumas. Me ayudan a caminar porque en esas pocas horas no logré dominar bien los tacos. Un caballeroso varón me da la mano al notarme incómoda en mis zancadas. “Gracias” le digo, escondiendo los pelos que no depilé debajo de mi brazo, no quiero arruinar mi única posibilidad de romper un corazón esa noche.
Frente a las luces somos presentados ante una agradecida audiencia. Nos llaman de a uno y me dejan para el final; mientras, meneo mis caderas orientado por las chiquillas que me rodean. “Mueve los pies así y aplaude”, me avisan disimuladamente, tratando de mantener la sonrisa. El maestro de ceremonia me hace un guiño para que me ponga en el centro y me llama. Se escuchan fuertes los aplausos, camino firme y veo la escena como en cámara lenta, sintiendo mi pelo moverse con el viento. Levanto mis brazos y sonrío. Desde ahora y para siempre soy Galaxia, una diva más del Circo Show Timoneo.
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