Tejen sus chombas para pasar agosto
- andrepmt
- 20 ago 2014
- 4 Min. de lectura
En la iglesia Nuestra Señora de Andacollo ocurren milagros. En solo segundos, unas 20 abuelitas antofagastinas rejuvenecen. Es un instante donde lo divino se transforma en alquimia e ilusionismo; alquimia porque de un momento a otro un puñado de lana transmuta en obras de arte y milagroso porque en lo que parece un recreo de dos horas, estas abuelitas se transforman en niñas chicas que a punta de bromas y risas, rápidamente terminan jugando hasta con muñecas.
Todos los lunes y martes, de cuatro a seis de la tarde, las mismas madres y abuelas que han dedicado las energías de su vida a cuidar a los suyos, se reúnen a quemar sus cartuchos compartiendo una pasión que parecía olvidada. Cuando los nietos y el ruido de la modernidad desaparecen, guardan los palillos y crochet en sus carteras y parten a la iglesia de calle Montevideo con Oviedo Cavada, en Antofagasta, para entretenerse en su club de tejido.

Confección
-Esto me lo enseñó mi mamita. Es como un don que te da Dios para que puedas transformar algo en arte –comenta la señora Elvira, una de las dos monitoras que ayudan y enseñan.
Para ser precisas, me explica, allá las profes son las mismas alumnas, que con tanto echar mano y equivocarse, y desarmas y volver a intentarlo, terminan siendo las que enseñan ayudando a la compañera que esté sentada a su lado. En resumen, van a aprender pero terminan resolviendo sus dudas, una con la otra.
No es una sala de clases, claro que no, esto es el patio del colegio. Tampoco es una junta de camaradería, es una fiesta de comadrería. Y por último, y a pesar de ocupar un espacio de la mencionada iglesia, no es una reunión religiosa, por lo que todos los credos son bienvenidos.
En la sala con varias sillas y una gran mesa de madera, confeccionar es el arte con el que precisamente terminan abrigando sus cuerpos y todo cuanto encuentran.
Una de las chiquillas, Marina Lucero, teje una de las muñecas que repartía la diputada Paulina Núñez cuando era una aspirante al Parlamento en la campaña del 2013. Con sus lentes levente inclinados sobre su nariz, forza la vista para dar con el punto exacto.
Otra de las abuelitas juntó varias de esas “Paulinas” y las llevó al taller. Como ellas no cuentan con recursos, la necesidad fue la madre de la inventiva y ahora son las diseñadoras oficiales de decenas de pequeñas diputaditas miniaturas en su junta semanal.
-Esta es la muñeca de la candidata –comenta Marina mientras acomoda la faldita de la muñeca reciclada-. Me demoré poquito en hacerle este traje rojo. Mire aquí, con un sombrerito también –ríe-. Esto lo fui tejiendo de a poquito con las clases. Nos regalaron las muñecas y nosotras aprovechamos de hacerle los vestiditos solo porque nos entretenemos y quedan bonitas.

Invierno
A pesar de que tejen casi todo el año, el invierno es la época donde deben demostrar que lo que hicieron no fue solo por diversión, especialmente en agosto. En el salón las vemos abrigaditas, con chalecos y bufandas que se tejieron y siguen perfeccionando.
-Yo les reviso sus diseños y si vemos que hay alguno que tiene un punto malo, los desarmamos y empezamos nuevamente de cero. La idea que queden como tienen que ser, además que es divertido volver a tejerlos –explica la señora Elvira.
Milka Maturana, otra tejedora, cuenta que es como estar en la propia casa:
-Las profesoras enseñan bien y nos tratan bien (…) Últimamente me hice una blusa de hilo, y antes me tejí una cartera, unos jersey, y unas chalequitas. Así que más encima nos ahorramos la ropita para el invierno.
Fresia Ibacache arregla los materiales y se pasea supervisando que todo marche como debe. Ella, peluquera de profesión, es otra de las monitoras. Lleva 20 años en el club de tejido de la iglesia y enumera algunos de los trabajos:
-Hacemos cojines, paños largos de mesa, guardas y, ahora último, hemos hecho muchas carteras. Me han gustado siempre las manualidades y lo que sé, lo enseño. La gracia de todo esto es que nos gusta juntarnos e ir tejiendo, por eso no cobro. Los jóvenes a veces no se interesan en estas cosas, en cambio las señoras son más constantes.
Lo lamentable para ellas, es que a pesar de a fin de año realizan una exposición con sus tejidos, sienten que nunca han podido traspasar las puertas del mismo taller.
-Siempre vienen las personas que justo ese día (de la muestra) salen de la misa, pero nunca ha venido mucha gente. Lo que más nos gustaría es que por ser el aniversario 20, podamos mostrar las cosas fuera de acá también –dice Fresia.
Juntan sus pensiones, asaltan a sus retoños, o invierten lo que ganan cuando venden algún tejido, de esa forma hacen caja para poder adquirir sus lanas. La otra parte es la compra, como es medio caro por estos lares, le piden a una señora que viaja regularmente a Tacna para que las compre más baratas, con el acuerdo previo de que no les cobre de más que el costo, claro está.
-Lo que más admiro yo, es que a pesar de la edad que ellas tienen, trabajan muy bien y tienen ese deseo de seguir aunque sea con lo poquito que aprenden, y eso es todo el año –concluye la monitora mientras las abuelitas se devuelven a sus casas abrigadas y bien sanitas.
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